Querido y estimado presidente de igual da, del amor fraterno paterno y de las alianzas culturales e intergalácticas. Sepa usted que me he contenido hasta hoy porque soy un ser al que el mero hecho de tener que pensar en un político le provoca unas irrefrenables ganas de echar la pela. Así que imagínese el tener que dirigirse a él. Superior a mis fuerzas, oiga. Pero claro, se ha puesto usted tan pesadito que por más asco que me dé, voy a tener que explicarle un par de cosas, aun a sabiendas de que la lobotomía que le hicieron de pequeño no le va a permitir entenderlas.
Pues bien, mi querido tontín, podría darle miles de razones técnicas para apoyar la rotunda afirmación que viene a continuación, pero como esas ya se las intentaron explicar otros que saben rato largo más que yo, y usted se las pasó por el arco del triunfo, a mí no me queda otra que cagarme en todos sus putos muertos y expresarle mi más sincero convencimiento de que es usted un hijo de la grandísima puta. Con todas las letras. Ya sé que es usted político y que por tanto eso que acabo de apuntar (lo del golferío de su puta madre), es totalmente redundante, pero bueno, tampoco me parece que esté de más el explicitarlo.
El caso, querido soplapollas, es que usted pensará que soy un facha, y un nazi, y que lo que pasa es que ando a sueldo de los pepistas y los pepistos. Pues mire, no. Esto se lo escribo a título personal. Mío exclusivamente, y de nadie más, maldito bastardo. Porque hay decisiones que toma usted, que repercuten de forma indirecta en nosotros (los ciudadanillos esos que le pagan su puto sueldo de faraón) y de las que al final es muy difícil echarle la culpa a nadie (y mucho menos a usted), y la responsabilidad se diluye entre la marabunta de administraciones ineptas e inservibles. Al final, ya sabe, todo es por la maldita crisis y tal, y a mí que me registren, pobrecito de mí, que soy más bueno que el pan. Lo entendemos, el sucio capitalismo, que es muy cruel y muy hijo de puta. Como usted.
Sin embargo, querido lameculos, hay otras de esas decisiones que usted toma, que sí que tienen consecuencias de las que el responsable único y directo es usted. Y que aunque su puto cerebro de anormal con traje no consiga comprenderlo, afectan a gentecilla de esa de usar y tirar. Cerrar centrales nucleares, por ejemplo. Usted con su dedo ejecutor, y supongo que hablando por boca de dios, con la legitimidad que da el saberse señor del conocimiento universal (al menos en lo que se refiere a física cuántica), decide que Santa María de Garoña debe cerrar en cuatro años. Por mis santos huevos. No en uno, o en dos, o en diez. No. En cuatro. Porque ayer se me apareció mi puto abuelo muerto y sodomizado (espero que con dolor, vive dios) en sueños, y me dijo que cuatro era un buen número. Aleluya, mi abuelo rojo y maricón ha hablado. Cerremos Garoña, pues. La gente que allí trabaja, a la puta calle.
Pues resulta, señor recordante de su histórico y heroico abuelo (que seguramente se daba por el culo con los del otro bando, porque no soportaba a la zorra de su abuela), resulta digo, que allí trabajan familiares míos. Y es muy feo mandar a la puta calle a familiares de irlandeses. No, no, irlandés, a la puta calle no, porque yo, como supremo hacedor, aseguro, qué cojones aseguro, garantizo la colocación de todos ellos. ¿Y cómo puede usted garantizar tal cosa?. Eso es algo que no está al alcance de su gaélico entendimiento, irlandés. Muy bien, ahora, lo que sí que comprendo perfectamente, es que usted, además de echar a la gente a la calle, se ríe de ella a la puta cara, prometiendo cosas que sabe a ciencia cierta que no está en posición de cumplir. Vamos, lo que faltaba, cornudos y apaleados. Pues se puede ir usted a reír de su putísima madre, hermanas, heroicas abuelas, primas y demás familiares femeninos. Incluyendo los menores de edad.
Como le digo, podría respaldar mis afirmaciones con hechos, pero ahora mismo me da un poco de pereza. Igual que a usted. Lo digo porque se me pone en los santos cojones. Igualito que a su dedo ejecutor. Y afirmo sin despeinarme, apoyado en las mismas razones de peso que tiene usted para cerrar Garoña, que su abuelo era un puto fascista, cobarde y corrupto, al que le encantaba lamer el ciruelo a Franco y que sólo estaba con los republicanos porque le prometieron más dinero (de casta le viene al galgo).
Ah sí, y ya que a usted le gusta joder a mis familias cercanas, le diré, maldito hijo de la grandísima puta, que jamás he disfrutado tanto como empopando a la Sonso mientras ella gritaba que su marido era un pichafloja.
Todo esto se lo digo, querido presi, desde el más profundo de los respetos, la mayor de las tolerancias, y una paridad sin par.
Y ahora, a cascarla. Subnormal.
Pues bien, mi querido tontín, podría darle miles de razones técnicas para apoyar la rotunda afirmación que viene a continuación, pero como esas ya se las intentaron explicar otros que saben rato largo más que yo, y usted se las pasó por el arco del triunfo, a mí no me queda otra que cagarme en todos sus putos muertos y expresarle mi más sincero convencimiento de que es usted un hijo de la grandísima puta. Con todas las letras. Ya sé que es usted político y que por tanto eso que acabo de apuntar (lo del golferío de su puta madre), es totalmente redundante, pero bueno, tampoco me parece que esté de más el explicitarlo.
El caso, querido soplapollas, es que usted pensará que soy un facha, y un nazi, y que lo que pasa es que ando a sueldo de los pepistas y los pepistos. Pues mire, no. Esto se lo escribo a título personal. Mío exclusivamente, y de nadie más, maldito bastardo. Porque hay decisiones que toma usted, que repercuten de forma indirecta en nosotros (los ciudadanillos esos que le pagan su puto sueldo de faraón) y de las que al final es muy difícil echarle la culpa a nadie (y mucho menos a usted), y la responsabilidad se diluye entre la marabunta de administraciones ineptas e inservibles. Al final, ya sabe, todo es por la maldita crisis y tal, y a mí que me registren, pobrecito de mí, que soy más bueno que el pan. Lo entendemos, el sucio capitalismo, que es muy cruel y muy hijo de puta. Como usted.
Sin embargo, querido lameculos, hay otras de esas decisiones que usted toma, que sí que tienen consecuencias de las que el responsable único y directo es usted. Y que aunque su puto cerebro de anormal con traje no consiga comprenderlo, afectan a gentecilla de esa de usar y tirar. Cerrar centrales nucleares, por ejemplo. Usted con su dedo ejecutor, y supongo que hablando por boca de dios, con la legitimidad que da el saberse señor del conocimiento universal (al menos en lo que se refiere a física cuántica), decide que Santa María de Garoña debe cerrar en cuatro años. Por mis santos huevos. No en uno, o en dos, o en diez. No. En cuatro. Porque ayer se me apareció mi puto abuelo muerto y sodomizado (espero que con dolor, vive dios) en sueños, y me dijo que cuatro era un buen número. Aleluya, mi abuelo rojo y maricón ha hablado. Cerremos Garoña, pues. La gente que allí trabaja, a la puta calle.
Pues resulta, señor recordante de su histórico y heroico abuelo (que seguramente se daba por el culo con los del otro bando, porque no soportaba a la zorra de su abuela), resulta digo, que allí trabajan familiares míos. Y es muy feo mandar a la puta calle a familiares de irlandeses. No, no, irlandés, a la puta calle no, porque yo, como supremo hacedor, aseguro, qué cojones aseguro, garantizo la colocación de todos ellos. ¿Y cómo puede usted garantizar tal cosa?. Eso es algo que no está al alcance de su gaélico entendimiento, irlandés. Muy bien, ahora, lo que sí que comprendo perfectamente, es que usted, además de echar a la gente a la calle, se ríe de ella a la puta cara, prometiendo cosas que sabe a ciencia cierta que no está en posición de cumplir. Vamos, lo que faltaba, cornudos y apaleados. Pues se puede ir usted a reír de su putísima madre, hermanas, heroicas abuelas, primas y demás familiares femeninos. Incluyendo los menores de edad.
Como le digo, podría respaldar mis afirmaciones con hechos, pero ahora mismo me da un poco de pereza. Igual que a usted. Lo digo porque se me pone en los santos cojones. Igualito que a su dedo ejecutor. Y afirmo sin despeinarme, apoyado en las mismas razones de peso que tiene usted para cerrar Garoña, que su abuelo era un puto fascista, cobarde y corrupto, al que le encantaba lamer el ciruelo a Franco y que sólo estaba con los republicanos porque le prometieron más dinero (de casta le viene al galgo).
Ah sí, y ya que a usted le gusta joder a mis familias cercanas, le diré, maldito hijo de la grandísima puta, que jamás he disfrutado tanto como empopando a la Sonso mientras ella gritaba que su marido era un pichafloja.
Todo esto se lo digo, querido presi, desde el más profundo de los respetos, la mayor de las tolerancias, y una paridad sin par.
Y ahora, a cascarla. Subnormal.